dilluns, 23 de desembre del 2013

La Guerra del Fútbol. Sangre con el deporte rey como excusa.

A lo largo de la historia de la humanidad, diversas han sido las razones para poder generar conflictos entre personas y países, que han derivado, incluso, en guerras que han dejado millares de víctimas fatales; pero que un roce fuera generado por un partido de fútbol, parecía poco creíble, salvo en 1969. Ese año, producto de un encuentro deportivo entre El Salvador y Honduras, se generó una batalla que dejó un saldo cercano a los seis mil fallecidos, 15 mil heridos, y en un estado de conflicto constante por 11 años a ambas naciones. La historia señalará que este conflicto fuera denominado como "la Guerra de las 100 horas"; sin embargo, el periodista polaco Ryszard Kapuściński lo bautizó con el nombre que, 44 años después, sería conocido por la humanidad: "La Guerra del Fútbol".

EL FÚTBOL COMO EXCUSA
Los datos empíricos afirman que la concentración de cultivos en manos de unas pocas familias, provocó que muchos campesinos salvadoreños decidieran emigrar hacia la vecina Honduras dado la vulnerabilidad de su frontera para ocupar la gran cantidad de campos fiscales aptos para el cultivo que ésta tenía en desuso. Sin embargo, en 1969, el año en que el hombre pisó la luna, el gobierno hondureño anunció una reforma agraria que beneficiaría solamente a sus ciudadanos, lo que disgustó a los terratenientes salvadoreños, pues cerca de 200 mil salvadoreños regresarían a su país, y reclamarían una tierrasque los "patrones" no estarían dispuestos a ceder. Y si sumamos a lo anterior hechos como la desigualdad de reparto en el Mercado Común Centroamericano (del que además formaban parte Nicaragua, Costa Rica y Guatemala) y la demarcación de la línea fronteriza, el ambiente entre ambas naciones estaba tenso. Paralelo a este ambiente político, el 8 de junio de ese año se jugó en Tegucigalpa el duelo entre los "Catrachos" y "La Selecta", por la ida de las semifinales de las Clasificatorias de Concacaf rumbo al Mundial México 1970, con victoria hondureña por 1-0. Sin embargo, el partido de vuelta, jugado el 15 de ese mes, tendría un ambiente distinto. Los medios salvadoreños crearon un ambiente tenso, que provocó varios incidentes en San Salvador, e incluso tras el partido,con victoria 3-0 para el local, un grupo de hinchas persiguió a los hondureños desde el estadio hasta la ciudad fronteriza de El Amatillo. ¿Consecuencia? Hinchas de la "Bicolor" salieron a la calle a agredir y saquear los negocios y casas de los habitantes salvadoreños.

LA "MECHA" QUE ENCENDIÓ LA GUERRA
Con este panorama, la FIFA decidió que el duelo de desempate entre ambos países se debía jugar en Ciudad de México, el 27 de junio, mismo día en que El Salvador rompió relaciones diplomáticas con Honduras, y su presidente, Fidel Sánchez Hernández, llamó a la constitución de un bloque de Unidad Nacional y a la formación de bloques militares. Mientras esto sucedía en las calles, en el Estadio Azteca, los equipos se saludaban como si nada les hubiera afectado, y brindaron un duelo de alto vuelo, donde finalmente El Salvador triunfaría por 3-2 y daría un paso gigante para consumar su clasificación al certamen planetario. Aunque cueste creerlo, esta derrota deportiva provocó una serie de ataques salvadoreños hacia Tegucigalpa, que tendrían su punto cúlmine el 14 de julio, cuando el ejército salvadoreño consiguió acercarse a la capital hondureña, ocupando 1.600 kilómetros cuadrados de su territorio. La guerra estaba desatada, la sangre corría por raudales y parecía no tener fin, ante las ambiciones del Gobierno Militar de El Salvador de lograr una salida al mar Caribe; mas la Organización de Estados Americanos (OEA), ordenó tras tensas negociaciones poner fin al conflicto bélico.
Como hecho concreto parecía que todo había acabado, sin embargo ambas naciones estuvieron por cerca de 11 años en estado de guerra latente, a lo que se puso fin con el reestablecimiento de relaciones bilaterales en 1980, con el Tratado General de Paz en Lima (Perú), y la resolución de la Corte Internacional de La Haya, en 1992. El capitán salvadoreño en ese tiempo, Mauricio Rodríguez, confesaría tiempo después a "El País" que "jamás imaginé la repercusión que tendría uno de mis goles, lo que iba a desencadenar"; mientras que su par hondureño, Tonín Mendoza, manifestó que "llegó un momento en el que de verdad temimos por nuestra vida". A 44 años de este trágico hecho, cuesta creer en un mundo globalizado como el actual, que lo que ocurra dentro de una cancha de fútbol pueda provocar hechos de sangre que, quienes vivieron ese conflicto, prefieren olvidar por el resto de sus vidas.

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