Nuestro colaborador, Pepe Cuenca (un apasionado al fútbol de verdad de los que pocos quedan) nos propone el primer aspirante a Quinto Grande, aceptando, sin compartirlo, que los cuatro históricos (Di Stefano, Cruyff, Maradona y Pelé) fueron los mejores. Cuenca comparte un texto sobre Ronaldo Luis Nazário da Lima, Il Fenomeno. Al final, tenéis un vídeo increíblemente bien realizado por el equipo de Fiebre Maldini.
"Corre Ronaldo, y es como la erupción del Vesubio, la estampida de la manada de búfalos. Il Fenomeno, en el ocaso de su carrera, se ha roto, pero ha de volver. Por él, y por la hinchada. Mutuamente, se deben el derecho de despedirse. El 12 de octubre de 1996, en un Estadio sin ningún tipo de glamour, en una tarde de un sábado, Ronaldo agarró la pelota en su propio campo, y como un búfalo, en la jugada más grande desde el gol de Maradona a Inglaterra, batió a Fernando, el portero de Compostela. La jugada la tiene todo el mundo en algún lugar del cerebro, y es una obra de arte. La máxima expresividad de potencia, plástica, y técnica, todo en uno, al servicio del fútbol. La estampida del Rey de la Selva. Ronaldo apenas tenía 20 años, y ya era oficialmente el sucesor de Maradona. El quinto grande.
Antes, en 1994, había ganado un Mundial, aunque no hubiera jugado ni un minuto. Pese a ser de largo el mejor jugador de La Liga, Ronaldo, como antes Drazen Petrovic en el Madrid en 1989, se hizo con la Recopa y la Copa del Rey, pero no con La Liga, que fue para Capello. Nadie sabe aún muy bien por qué, bien por avaro, bien porque Núñez no fuera capaz de cumplir alguna promesa, o un poco por culpa de todos, el brasileño se fue a la miseria del Calcio. En el Inter, un equipo con cierta fama de triturafutbolistas en los últimos tiempos, no podían creerse lo que estaban fichando. Al heredero, el crack, el hombre sobre el que reconstruir el glorioso pasado Neroazzurro. Con 25 goles en 32 partidos, y el título de la UEFA, su primera temporada en Italia fue primorosa. Oficialmente, Ronaldo era ‘Il Fenomeno’. Definitivamente, el Elegido al trono de Maradona. El mejor delantero centro de la historia del fútbol. Lástima que la realidad nos bajara de la nube. Todo se torció en una tarde extrañísima en París, el mismo día de la final de la Copa del Mundo. Aquel día Ronaldo sufrió convulsiones, y Brasil perdió la final contra Francia por 3-1. De aquel partido salió como el más derrotado, mientras que el fútbol se enamoró para siempre de Zinedine Zidane. Después de todo, no hay mal que por bien no venga. Después vinieron más partidos con el Inter, con las rodillas cada vez más maltrechas. Aún así le dio para hacer 14 goles en 19 partidos. En noviembre de 1999 vinieron los primeros 5 meses de convalecencia. La recuperación, las horas de gimnasio, la parte gris y fea que se aleja de la fanfarria que rodea al deportista de élite, ésa no la conoce más que Ronaldo y su gente.
Ya recuperado, o eso parecía, la alegría de la vuelta duró apenas seis minutos. En abril de 2000, ante el Lazio, en la Final de la Copa de Italia, Ronaldo se cayó solo. Ante Fernando Couto, como un saco, como si desde algún sitio de la tribuna le hubieran disparado. Rotura del tendón rotuliano de la pierna derecha, la ya operada. Pronóstico: muy grave. Tanto, que en el imaginario de la grada, Ronaldo, con apenas 23 años, era un ex futbolista. El macho alfa de la manada, el búfalo, Il Fenómeno, el tanque. Todo había terminado. Para siempre. En uno de las recuperaciones más duras de la historia, con seis horas diarias de rehabilitación, y la soledad del atleta, Ronaldo volvió una vez más, contra todo pronóstico, y en un estado formidable. Y lo hizo a tiempo para ganarse el respeto y la admiración del mundo del fútbol.
Ya recuperado, o eso parecía, la alegría de la vuelta duró apenas seis minutos. En abril de 2000, ante el Lazio, en la Final de la Copa de Italia, Ronaldo se cayó solo. Ante Fernando Couto, como un saco, como si desde algún sitio de la tribuna le hubieran disparado. Rotura del tendón rotuliano de la pierna derecha, la ya operada. Pronóstico: muy grave. Tanto, que en el imaginario de la grada, Ronaldo, con apenas 23 años, era un ex futbolista. El macho alfa de la manada, el búfalo, Il Fenómeno, el tanque. Todo había terminado. Para siempre. En uno de las recuperaciones más duras de la historia, con seis horas diarias de rehabilitación, y la soledad del atleta, Ronaldo volvió una vez más, contra todo pronóstico, y en un estado formidable. Y lo hizo a tiempo para ganarse el respeto y la admiración del mundo del fútbol.
A lo mejor no era el de antes, y nunca más lo sería. Las arrancadas en el claro, sacando de cacho a los centrales, se habían acabado. Igual pesaba más de lo debido. Pero estaba de vuelta entre nosotros. Y bien a tiempo que regresó. Lo hizo para marcar 8 goles en Japón y Corea, y para ganar el Mundial de 2002. Lo más hermoso del deporte es que siempre te ofrece la oportunidad de revancha. La FIFA, en otra de sus oblicuas decisiones, le dio a Kahn el título de mejor jugador del Mundial. ¿Qué más daba? El fútbol, que es sobre todo pasión y sentimiento, sólo tenía ojos para Ronaldo. El Rey estaba de vuelta. A la vuelta del Mundial Ronaldo ficha por el Madrid de Florentino Pérez. El ex presidente del Real, que venía acostumbrando a la gente con caviar y champagne, devorado por su propio personaje, no tenía otra salida.
La jugada era perfecta: fichar otra vdette, otro cromo, y de paso, restregárselo por la cara al Barcelona, donde Ronaldo pasó de figura con cierto aire de Quijote, a ser un cuerpo hostil. Era del enemigo. El paso del Ronaldo por Madrid, que duró 5 años, lo conocen todos. Apareció en 120 partidos y marcó 82 goles, cifras sensacionales. No era el de 10 años atrás en Barcelona, pero aún así era letal. Todavía le llegaba el balón y la defensa contraria perdía el paso. Y reculaba. Ronaldo era un león viejo, pero aún era fiero. Lo que sucedió es que el Madrid no ganó más que una Liga, en su primer año. Y eso no hay grada que lo respete, ni con Ronaldo, ni con nadie. Capello le dio puerta hace un año, y ganó la Liga, y desde entonces, en Madrid existen ciertas reservas hacia un futbolista con cierta tendencia a la fiesta, disperso, pero con un talento descomunal. Eso no lo niega nadie. No se puede negar. Se fue de nuevo a Italia, donde los las rodillas de Ronaldo parecen tener alergia a los campos fríos. En tierras del catenaccio, la samba no podía sobrevivir. Allí esas rodillas han sufrido calvarios. Dramas. Ahora llega otro, con 31 años, en el invierno de su carrera, en la que ya no cree nadie.
La prensa titula que la carrera de Ronaldo se ha terminado definitivamente, y que no será capaz de salir de ésta. Pero no puede ser. Ronaldo no puede terminar así. No hay justicia si el delantero más determinante de todos los tiempos, el hombre que pisaba el césped y hacía temblar el terreno, el que hipnotizaba defensas, el coleccionista de goles, el que tantas cosas ha superado, haya salido de un campo de fútbol en camilla. No. Ronaldo volverá. Él le debe a la hinchada una última estampida; la sensación de que Ronaldo coge la pelota y por una fracción de segundo nadie respira porque algo diferente, pero con cierto sabor a lo conocido, va a pasar. La afición le debe una última ovación, y Ronaldo tiene que salir del campo como antes salieron otros genios, andando, con un estadio puesto en pie, emocionado, agradecido. A fin de cuentas, no se irá Ronaldo. Se irá ‘Il Fenómeno’".
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